Practica Diaria
La práctica diaria te ayuda a navegar las olas de la vida. Poder ser más consciente de la relación mente-cuerpo y de cómo, mediante el movimiento y la respiración, podemos encontrar un enlace entre el mundo material y el mundo energético. Si respiramos de manera profunda, pausada pero rítmica, sin aguantar la respiración —que es algo físico, que podemos controlar—, nuestra mente, algo más sutil y energético, se tranquiliza. Si mantenemos la mirada fija pero suave en un punto (materia), la corriente de pensamientos disminuye su frecuencia (energía). Si visualizamos compasión hacia todos los seres sintientes (energía), nuestro cuerpo libera químicos beneficiosos: oxitocina, serotonina, dopamina, endorfinas (materia).
Hay tanto que aprender, hay tantas capas, pero realmente lo esencial es el compromiso diario: pausar y cultivar momentos de absoluta presencia. Respirar, fijar la vista de forma suave —sutil, como si el mundo alrededor se derritiera y se hiciera gentil, dándonos una pausa de la violencia que a veces ahoga—, moverse, torcer el cuerpo, masajear los órganos, sentarse, y darse el tiempo de visualizar compasión, para que esa semilla poco a poco vaya germinando dentro de nosotros y también en todo lo que nos rodea.
Con todo el sufrimiento alrededor, la injusticia que presenciamos, con la crueldad con la que funcionan las cosas, es esencial tener la capacidad —como resistencia— de ir más lento, de dar las gracias, de avanzar con un corazón compasivo. Porque si no, nos derrumbamos. Y tenemos que estar a la altura de quienes, con tanta resiliencia, siguen cuidando a la madre tierra, a sus abuelas y abuelos, y a sus niñes. Y también a quienes están en lo más profundo de la rueda del samsara, sin visión ni perspectiva, sin amor ni compasión. Iluminarlos con nuestra capacidad de sostener presencia, de visualizar compasión, con esos momentos de completa entrega a una práctica que nos trasciende, más allá de las posturas, de cuán lejos o profundo llegamos.
Un principiante en la práctica de yoga, si llega con una intención clara y con compromiso a estar ahí a diario, su práctica inmediatamente se vuelve mágica, profunda, sincera, y llega lejos. Hay que estar ahí. Es difícil comenzar, es difícil sacar el mat cada día. Pero lo hacemos, y no estamos apegados a lo que resulte de ello. O quizá sí estamos, pero igual de apegados a nuestro compromiso, y a cada día de práctica —los buenos y malos días, si queremos ser binarios y lineales—, pero nunca nos arrepentimos de habernos sentado en el mat.
Y ese compromiso diario de mover el cuerpo, de trabajar la mente, va permeando todo. Se nos alarga la mirada. Adquirimos alcance y perspectiva para navegar con más claridad lo sutil y lo material, y para mantenernos a flote en esas olas de la vida.